sábado, 3 de noviembre de 2018

GUATEMALA.

Guatemala, patria santa adolorida,
madre hipocentro y falacias fementidas,
en efluvios de apariencias que así se desvanecen
dejando un rubor de tristeza en tu frente sudorosa.

Me duele hasta la sangre de verte mutilada
por vientos desconocidos que machacan tus entrañas;
cómo quisiera poder cubrirte con mi cuerpo
no importando que lívido perezca.

Eres nítida en el verso de tu flora
que a veces llora aunque se cubra de laureles;
lágrimas derrama ante el bramido delincuente
que acecha en tus axilas cortando el intelecto.

No te exijo que me confíes lo que sientes,
porque todo es claro en el tañir de tus quetzales
que se esconden en su habitáculo sombrío
para meditar y orar por la sangre derramada
en tus linderos.

No olvidamos el lenguaje que borda tu Likaste,
que gime por la realidad que nos consume;
ella como símil de tu maternal encanto
que poco a poco suspira y se arrodilla.

¡Oh..! Madre abnegada de puntos cardinales
restringidos,
ven y miremos más allá de los luceros de tus noches
para olvidarnos un momento de la bruma
que cierra tus ojos mojando tus pestañas.

Soporta amada Patria las heridas
que aquellos han abierto con cizaña en tus costados;
no olvides que un Cristo Milagroso es tu ejemplo,
quien después de su calvario resucitó límpido, puro
y sacrosanto.

Vengo del área rural en que bosquejo
tu futuro plañidero de albura silenciosa;
se que tu amanecer se vislumbra tormentoso,
pero más allá de tu tormento
está un sol esplendoroso.

No te fatigues en tu largo caminar que inicias,
aunque encuentres pedruscos o espinos que te hieran;
seré tu lazarillo para enseñarte los atajos
en que la gloria no hace más que bendecirte.

También yo, bendígote. madre patria lacerada,
afianza tu futuro a la niñez y a mis anhelos,
llevaré tus pesares a sepultarlos allá en el Gólgota
a los pies de nuestro Redentor inmaculado.

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