Quien no cree en el amor,
quien no cree en amar,
es como si estuviera muerto
y no sabe que hacer y a donde va.
Yo me aferro al amor
siempre y cuando tenga alma;
porque si carezco de ella
seré como velero sin un Norte.
Dios practicó el amor sincero
sin miramientos y sin nada,
así debemos practicarlo cada día
en la sombra y en el sol.
Que bello conocerlo a fondo
y tomar de el sus mieles,
enjutarse con él el sudor vivido
o convertirlo en una gota de agua
para tu sed.
El amor ahí está esperando todo,
en la nada, en el silencio y tan callado;
ingrato el que lo pasa inadvertido
y no lo practica como debe.
Pero así somos los humanos,
llenos de egoísmo y otros males,
llenos del cáncer que no muere
y se mantiene en nuestras venas.
Dichoso será el que haga lo contrario
y lo tome como una filosofía santa,
dichoso el que sin ver solo hacia adelante
derrame amor hacia los lados.
Practicalo pues, aunque te cueste
y verás tu mundo lleno de rubor,
no digamos de perfumes y azahares
que habrán de bendecir tu corazón.