viernes, 2 de noviembre de 2018

A LA MADRE Y AL PADRE.

Para iniciar mis líricos y confusos versos
he de ser honesto ante la Madre que venero:
no encuentro el concepto verdadero
para darle a la madre su definición sagrada.

Tal vez mi pensamiento y corazón no son
tan adecuados,
para poder exaltarla ante su verdadero pedestal;
sólo Dios tiene el permiso para hacerlo con
su poder tan celestial,
tal y como lo merece desde que en la tierra apareció.

He querido estar en cada corazón humano
para formar el soneto que a la madre le debemos,
he querido remontarme a los luceros más lejanos
para darle la luminosidad que merece su existencia.

Quién pudiera ayudarme en mis lóbregos desvelos
para encontrar los predicados y acordes más sagrados
para congratularla en cada momento en sus costados
y sentirme profundamente complacido y satisfecho.

Urge que se junten los poetas con sus versos
para hacer siquiera un ensayo poético a su nombre
para expresarle a la Madre lo que es, y a la vez alumbre
su lento y bendito caminar en su bella ancianidad.

Esto, tal vez no sea el poema que tenía que traer,
es una queja o un llamado en mi agónica esperanza
para encontrar algún día el lenguaje o la alabanza
para decir, Madre o exaltar sus cándidas virtudes.

Ayúdenme por Dios les pido desde este instante
para formar el altar que la Madre se merece,
no sólo sacarán mi alma de este pesar que enternece,
sino, así, le daremos a la Madre el florilegio que ansío.

Y, que he de decir a mi Padre que me defiende
en la tormenta,
el que no teme a los dardos que la vida le lanza cada día,
es quien calma mi tempestad ante el hambre y el vestido
para fortalecer los dones que medio con hidalguía.

Llevo de él, el escudo espiritual que me ha otorgado
para vencer los estertores y sin sabores del destino,
llevo en mi frente su luz y su carácter
para honrar a Dios en cada paso que de en mi camino.

Por eso del brazo con mi Madre caminaremos juntos,
aunque no haya veredas simplemente delineadas;
él convertirá la bruma en sudario hacia las penas
y ella fertilizará las semillas por ella bautizadas.

Por eso: Mayo y Junio, sin calendario, son hermanos,
porque el germen se bendijo entre dos seres;
uno sin el otro no existiría, eso lo sabemos;
entonces por qué no entenderlo siquiera en los pesares.

Solo he de decirle al Padre que merece mi inspiración:
Gracias por ser el mástil de mi velero tan bien calafateado,
aquel que busca el Norte de sus manos y su mente
y por rescatarlo del oleaje que lo tenía ya astillado.

Es ahí donde valoramos lo que es el Padre,
principalmente cuando toma nuestras armas y gana
la batalla,
luego lava nuestras heridas materiales y del alma
para elevarnos de nuevo y con honor hacia su estrella.

Por eso, Junio fuera para la Madre su corona bien hechora
y Mayo para el padre por su germen que es uno;
conjunción que no sabemos discernir por carecer de amor,
o por no querer reconocer nuestro origen tan loable.

Dejemos los diferendos que a veces hieren y sonríen
y veremos el esplendor del cielo en toda magnitud,
por eso no me canso de recordar a Salvador Díaz Mirón
cuando dice con exactitud:
"Ella, como la paloma para el nido
y el Padre, como el león para el combate".



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