domingo, 13 de octubre de 2013

A mi hijo Everson.

Más allá del lúgubre lamento,
donde mi existencia es un pasado,
oigo el ruiseñor de mi conciencia
amalgamada con poemas y algo más.

Y, cuando en mi vida se me apaga
la luz de tan trajinada vida
oigo tu risa que la enciende
para iniciar otra nítida jornada.

Hoy, cuando dormía reclinado en mi costado
en la cama que tu abueli me arreglara,
soñé y soñé, corrí y corrí
tras tu carcajada tan sonora
y me perdí en tu inocencia de marfil.

Cuando algún día mi corazón muriera,
ríe con fuerza hacia la gloria
y cuando tu carcajada destroce el firmamento
volveré a verte cerca, cual varón engrandecido
y por siempre junto a Dios.