jueves, 17 de enero de 2008

A la marimba...

Hormigo

Que humano hubiera podido
desentrañar que llevarías música y canción;
que al fragmentarte el hombre rudo
le dieras a cambio tu leal sonoridad.

Con ella contarnos anécdotas bellas
que escribiste enamorado
cuando tu misma vida te besó.

Cristianizaste al insensato,
al cruel que talvéz te despreció;
fuiste otro herido en su costado
para alcanzar resurrección.

Reencarnas en teclas de marimba
y te incrustas más allá del corazón
donde no puedes salir nunca
porque te vuelves nuevamente trovador.

Hombre eres en tu verde lejanía
para convertirte en fémina razón;
es que en tus fibras el hombre realiza
y diviniza en tu silueta a la mujer.

Es la herencia que nos dejas
después de arrancarte de tu hombría;
la afinidad que la baqueta espera
para conocer tu canto que se esconde en ti.

No tengo con qué agradarte,
sino, solo ofrendarte este corazón
y darte gracias hasta siempre
por llevar la marimba entre tu ser.

Ese ser que también acuna
la esencia del ejecutor que te acaricia,
al perderse también entre sus notas
para luego embellecerte y quererte con honor.

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