domingo, 21 de abril de 2019

LA PIZARRA.

Desde legendarios ciclos escolares,
aún recuerdo la pizarra;
la cual con su compañero el pizarrín
en ella delineábase nuestro bello abecedario.

Desde esos tiempos bien lejanos
aquel maestro rural con varios grados en un aula,
su rústica y efectiva metodología desgranaba;
fue así, cómo grandes mentores se formaron
que han dejado promociones envidiables
en la historia educativa.

Como ejemplo, recuerdo a mi maestra
un tanto encanecida
de una escuelita con aromas de sobrada lejanía;
con cariño el pizarrín y la pizarra
usaba para enseñarnos a escribir y a deletrear
hacia la instrucción y educación sagradas.

Es por ello que escribir cuartetos puedo;
lo contrario de hoy que largas listas
de útiles de lujo afloran,
de colegios, institutos y públicas escuelas
y con alumnado bien alimentado y más activo.

Todavía en el área rural empobrecida,
el alumno con sencillos útiles aprende
y en la urbana, donde explotan a los padres,
los educandos ni saludan en la calle.

Testigo fui de una admiración loable:
Cuando en una de nuestras calles quetzaltecas
un niño de condición humilde
saludó a un honorable vecino inclinando la cerviz.

Quién recibió el saludo, expresar pudo:
"solo en nuestra gente humilde se ve algo así",
deja entrever que no es el cargamento de útiles,
algunos ya con precio tope exagerado,
lo que esto siembra,
sino el amor y la dedicación del maestro
que para ello Dios lo envió.

Para poner realidad en mis letrados:
Allá en aquella escuelita de adobe, húmeda
y poco iluminada
que se hace acompañar de un pizarrón inadecuado,
con pupitres rudimentarios, remendados y quebrados
el niño logra la victoria en la batalla educativa.

Más, sin embargo, en algunas escuelas y colegios
bien lujosos,
el tiempo transcurre plácidamente
sin metas concretas
para el futuro promisorio del alumno;
no cómo aquél entonces, cuando  bastante
borrosa la pizarra
forjábanse educandos llenos de razón y de conciencia.

Caminemos pues, de la mano a la costumbre,
soportando listados y uniformes lujosos triplicados;
mientras en el área rural aquel niño de vestuario
remendado
suma, resta y multiplica su intelecto
con su calculadora formada de bellotas y pedruscos
que en su largo trajinar recoge.

No pierdas la esperanza,
niño rural de mis desvelos,
que tu destino es tan largo y encantado,
lleno de sorpresas y vientos encontrados
que pulirán tu entendimiento
sin lujos, cuotas caras y exigencias escolares tontas
ni razón.

No hay comentarios: