lunes, 4 de marzo de 2019

NAVIDAD.

Eres llena de luz y de recuerdos,
en que se forma una constelación de conjeturas;
hacen su aparecimiento las tristezas y alegrías
confundiéndose entre el pino y sus amores.

Eres un espejismo tan bello e inolvidable,
en el cual, todos volvemos a nacer como el Mesías;
eres el milagro en que olvidamos nuestras penas
y volvemos a sonreír entre envoltorios y oración.

Eres la niña que sonríe y corre por mi cielo,
diseminando polvo de luceros y cometas;
tienes la magia de hacernos viajar en tu regazo
aunque al despertar nos encontremos sumidos en congojas.

Es en tu época, cuando nuestro corazón se inflama
de contemplación al Universo que soporta nuestra huida;
son tan mágicos  tus pinceles que decoran a tu modo
la niebla que empaña en momentos nuestra vida.

Te vistes de luces que en conjunción con las estrellas,
es un misticismo que nos roba del alma lo sagrado;
nos enseñas a perdonar la mayor ofensa recibida
o el destino que a veces nos golpea sin remedio.

 Aunque en las campanadas de las doce uvas que me
obsequias
mis retinas navegarán en un simulacro de nostalgia,
 mis mejillas se empaparán del lagrimeo que las moje
pero me inyectarán alegría para llevarme a la gloria de tu ser.

Aunque hayan niños que no jueguen en tu fronda,
sé, que llegas en sus sueños a su alma acariciar,
eres silogismo artificioso y muchas veces delicado
que en mi poesía  no puedo comprender.

Como es que los petardos no ahuyentan a los malos
o no imitan los caminos del Señor;
cómo es que no  comprenden esas almas perturbadas
que no pueden ni un momento tu luz entorpecer.

Cómo anhelo que tu significado incomprendido
cambie al mundo hacia un nuevo amanecer;
pienso que tienes poder y carisma para hacerlo
porque de mi alma hiciste una aurora singular.

Siquiera en este velo o estela de luz que nos obsequias,
podamos cambiar, cuando menos un segundo o un momento;
hemos experimentado que con amor férreo e hidalguía
podemos alcanzar la gloria en que se encuentra Dios.

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