¡Horas ingratas sin ti!
¡Flores marchitas sin ti!
Mi oración te llama
ven a mí.
Me dejas en el desierto
arenoso y sin rocío,
sin poder mojar mis labios
que vibran hacia ti.
Los tuyos frescos y lozanos
como la manzana de Edén;
benditos al besarlos la oración,
mientras los míos
mueren sin querer.
Escondo la pregunta:
¿Podré vivir sin ti...?
Lo creo imposible
y lo sabes tú.
Llego tarde, yo lo se;
salvo tu piedad;
espero tu respuesta
pero antes ven a mí.
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